lunes, 29 de diciembre de 2008

Feliz Año Nuevo

¿Y si en el 2009 nos atrevemos todos a desear?
Por Ángela Pradelli (Escritora, docente y premio Clarín de Novela)

La vida de todos nosotros está regida tanto por los deseos como por los miedos. Quizá sea el momento de desequilibrar la balanza y apostar en serio por los sueños.
Aquel año, al volver de la escuela después de dar mi última clase de literatura, solía cruzar por la barrera clausurada que está en los fondos de Turdera. El lugar era solitario, pero se cortaba camino. A pocos metros de la barrera hay una plazoleta con forma de triángulo que tiene una pequeña gruta enrejada y la imagen de una virgen que se erige hacia el oeste. La plazoleta está ubicada en forma paralela a las vías y aunque nunca se ve gente allí, siempre hay ramos de flores frescas enganchados a la reja de la gruta.Un jueves vi a una de mis alumnas del secundario. Estaba con su chico y los dos, sentados sobre el banco de material frente a la virgen, se besaban con una entrega propia de devotos. Había que ver la pasión de la muchacha y la exaltación de ese cuerpo. Así fue cada jueves, durante muchos meses.En "El beso", Antón Chéjov narra la historia de Riabóvich, quien al entrar a un cuarto a oscuras recibe un beso de una desconocida que luego se marcha. El beso reformula la vida del personaje en términos de deseo: ".se entregó por entero a una sensación nueva, que hasta entonces no había experimentado. Le estaba sucediendo algo raro. En la mejilla, a la izquierda del bigote, donde lo había besado la desconocida, le palpitaba una agradable sensación de frescor. Estaba colmado de un nuevo sentimiento extraño. Sentía ganas de bailar, de hablar, de correr al jardín, de reír a carcajadas. Se olvidó de que era encorvado y gris, de que tenía patillas de lince". Chejov supo narrar en este cuento la potencia del deseo y el modo en que enciende un cuerpo. Como Riabóvich, mi alumna de Turdera irradiaba la luz de quien está transido por el desear.Un jueves, al cruzar la barrera, mientras la muchacha besaba a su chico devorándoselo, pensé que en algo se parecían los besos y la escritura. Besar y construir un personaje son dos acciones que implican una exploración en la que indagamos al otro mientras que, al mismo tiempo, el propio cuerpo se revela como un territorio pleno de sentidos.-¿Así que usted también cruza por la barrera clausurada, profesora? -me preguntó mi alumna una mañana mientras entrábamos al aula. Entonces supe que ella también me veía. Lo de la paloma sucedió a fin de año. Habíamos dejado la puerta abierta porque hacía calor. Los alumnos estaban escribiendo y había en el aula ese silencio denso que se da mientras los estudiantes escriben. De pronto la muchacha de los besos gritó. Estaba pálida y unas manchas rojas habían empezado a brotarle en el cuello. "¿Qué pasa?", le pregunté. La muchacha se retorcía sobre su banco aterrorizada, con la vista clavada en una paloma que avanzaba por la galería en dirección a la clase. "Profesora, saque esa paloma, me imploró. Saquelá".A pesar de los gritos. la paloma llegó hasta el aula, se detuvo bajo el quicio de la puerta y amagó con entrar. Entonces la muchacha volvió a gritar. Ella, que cada jueves se metía en el misterio cavernoso del cuerpo de otro, se aterraba ahora frente a la mansedumbre de un ave de patas delgadas y frágiles.Pensé entonces que la muchacha encarnaba de algún modo la estructura básica de la vida humana, en el sentido de que ésta se desarrolla sobre estos dos pilares: los deseos más viscerales y los propios terrores. Miedo y deseo son ejes que marcan nuestros días y deciden nuestros actos, mueven nuestros pasos hacia aquí o hacia allá. Tal vez incluso toda la literatura pueda dividirse en estos dos temas, ya que los personajes desean -o temen- la muerte, el futuro, lo desconocido, el poder, la gloria, la vida, al otro.Somos seres deseantes. Pero habitamos un mundo que por momentos nos deja perplejos porque todo parece flotar en un sinsentido que va hundiéndonos. Son momentos en que el deseo se descompone y la visión de sus restos desintegrados nos enceguecen, nos opacan. Nos transformamos entonces en seres miedosos. Pero salimos de la perplejidad aferrándonos otra vez a un anhelo que nos impulsa hacia adelante. Tejemos nuestra compleja interioridad sobre estas dos columnas que en esencia son el miedo y el deseo.Hace poco, volviendo en combi hacia Adrogué, me encontré con aquella alumna. Me contó que le faltaba poco para terminar una carrera universitaria y que ya estaba conviviendo con su pareja.Entonces recordé la hondura y la avidez de aquellas escenas de descubrimiento y aprendizaje frente a las vías de un suburbio solitario.-¿Y aquel asunto? -le pregunté. -¿Cuál? -me inquirió ella. ¿El de las palomas? Ah, profesora -dijo y tiró la cabeza hacia atrás. Estoy cada vez peor. Cuando la muchacha de los besos y las palomas se bajó en la curva de Turdera, enfiló por una de las calles laterales. Y estaba feliz.Después me acomodé en el asiento, la combi volvió a arrancar y retomamos el viaje hacia destino. Tuve la certeza de que nunca podremos ahuyentar del todo a las palomas que merodean nuestros cuerpos. Pero, por qué no desear.Y que los deseos sean una cuestión central en nuestras vidas, que tracen los caminos por los que elegimos andar.Estamos próximos a estrenar un año. Al brindar, por qué no ponerles las palabras precisas a nuestros deseos para el 2009 y pronunciarlos por fin con todo el aire.

sábado, 22 de noviembre de 2008

I had a dream...

¿Pueden los sueños alterar nuestra percepción de la realidad? La pregunta y su respuesta me han causado más de un desvelo.
Para quienes tenemos el privilegio de soñar y recordar, las imágenes oníricas, sus sonidos, sabores y aromas pueden ser una diversión, una fuente de inspiración, una liberación de las tensiones y un largo etcétera.
Sin embargo, algunos sueños tienen un poder que intimida porque rompen los códigos o las leyes que asumimos controlan su relación con el mundo de la vigilia. Existen sueños que cambian de una manera inexorable el modo en que vemos el mundo cuando estamos despiertos.
Pesadilla o encanto, nos turban haciéndonos sentir estupefactos al volver al mundo de los vivos. Nos dan asco y nos repugnan, nos hieren y nos vencen o nos alegran y nos divierten.
¿Cómo es posible que la nada pura de un sueño sea capaz de alterar el todo pétreo de la vigilia?
Como el Faraón y sus vacas flacas, yo he soñado mi desvelo.
Pienso y sólo me remito al Segismundo de Calderón. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión,una sombra, una ficción,y el mayor bien es pequeño:que toda la vida es sueño,y los sueños, sueños son.
¿A cuántos un sueño puede alterarles la vida?

jueves, 12 de junio de 2008

El medio

El medio jamás es cómodo; es amigo de la difamación.
El medio jamás es simple; es padre de la imcomprensión.
El medio es más radical que los extremos, está al filo del peligro.
El medio no es tranquilo sino violento y valiente.
El medio es solitario y, por eso, esencialmente desierto.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Infiernos literarios

La literatura universal está colmada de exuberancias, exageraciones, hipérboles de la vida. Uno de los costados más interesantes de esta colección es aquel que da cuenta de los castigos (divinos o humanos) como forma primordial de reparación del equilibrio de la Justicia.

Dando rienda suelta a mi faceta sádica, tal vez por temor o quizá como medio de exorcizar los acontecimientos, inauguraré formalmente una nueva sección que estará consagrada a recopilar los tormentos, castigos y penas que nos obsequian los libros.

La utilidad de esta empresa es incierta; puede que haya quienes encuentren en ella un gran depósito de ideas para sus maldiciones o quienes aprecien la siempre presente cuota de ironía disfrazada bajo el manto del talión.

Una cosa es segura: no es una reivindicación fatalista de la justicia ni, menos aún, una exhortación a creer en el equilibrio cósmico. De darse ambas cosas serían producto de la mera casualidad... suponiendo, claro, que una cosa tal como la casualidad exista.

Sin más, entonces, he aquí la primera entrega:

"Anastasio, soy de tu misma tierra y eras muy niño aun cuando yo, a quien llamaron Mícer Guido de los Anastegui, estaba más locamente enamorado de esta mujer de lo que tú puedas estarlo de la de los Traversari; su orgullo y crueldad llevaron tan lejos mi desventura, que un día me dí muerte con este estoque que ves en mi mano, y ahora estoy desesperado, condenado a las penas eternas. Poco tiempo después de mi muerte, de lo que esta mujer se alegró no poco, expiró también; y por su pecaminosa crueldad y la alegría con que correspondió a mis tormentos, fue igualmente condenada al infierno. Cuando llegó a los avernos, a ambos se nos impuso esta pena: a ella huir ante mí; y a mí, que tanto la amé en vida, perseguirla no como amante, sino como mortal enemigo; y cuantas veces la alcanzo, otras tantas veces la mato con este estoque con que me dí muerte, le arranco el corazón, ese corazón duro y orgulloso que nunca amó ni sintió piedad y lo echo a los perros, como tú mismo verás. Poco tiempo después, según quiera la Divina Justicia, esta mujer resucita, prosigue su dolorosa fuga, persiguiéndola de nuevo los perros y yo; cada viernes a esta hora, la alcanzo aquí y, como verás, la destrozo. No creas que los demás días descansamos, pues la acoso en otros lugares donde ella pensó y obró cruelmente contra mí. Y habiéndome convertido de amante suyo en verdugo, he de perseguirla de esta manera durante tantos años como meses duró su crueldad. Déjame, pues, ejecutar los designios de la Divina Justicia; no quieras oponerte a los que no podrías evitar." (G. Boccaccio, Decamerón, Jornada quinta, cuento octavo).

Nota: Si tuviera que ilustrar esta sección definitivamente pondría una imagen de "El jardín de las delicias" de El Bosco.
Nota 2: Toda colaboración será bienvenida.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Preguntas ¿para? psicológicas

Conversando en un reunión, la corriente de la charla nos arrastró hacia los tests psicológicos y, en especial, hacia aquellas preguntas del tipo: "¿Si fueras una fruta, qué fruta serías?".

Tal como es de esperarse, las risas no tardaron en transformarse en carcajadas batientes y las preguntas en deformarse,
retorcerse y metamorfosearse hasta límites insospechados.

Pudiendo atribuir los excesos sólo al espíritu festivo de un estómago satisfecho, agotados los músculos de tanto contraerse, se cerró el capítulo y las palabras se mudaron a otros parajes.

Sin embargo, la simplicidad de una pregunta quedó dando vueltas en mi cabeza por cerca de una semana. Tal vez haya sido la sombra de mis
ancestros, mi tótem, mi ánima guía, mi parte atávica, la visión de una vida anterior, una conexión cósmica fugaz, pero tuve de pronto la certeza de que era un ave. Es decir, si fuera un animal sería una ave.

Muchos dirán que más que pájaro,
pajarón o, de manera menos sutil, cambiarán una letra y removerán un acento, pero no presto oídos a tales insidiosas observaciones.

Un ave.... aún no he logrado dilucidar qué clase o especie... Aguardo mi epifanía.

lunes, 30 de julio de 2007

Heroísmo elemental

"Hay un sabor que nuestro tiempo (hastiado, acaso, por las torpes imitaciones de los profesionales del patriotismo) no puede percibir sin algún recelo: el elemental sabor de lo heroico (...)" Jorge Luis Borges, El pudor de la historia, Otras Inquisiciones.

Palabras fuertes, grandes, pesadas, tan llamativas por su vacuidad. ¿A qué se asemeja el elemental sabor de lo heroico?
La inherente inefabilidad del heroísmo hace casi imposible hilar una respuesta coherente. En un época donde los héroes nos avasallan con poderes sobrehumanos, trajes de diseñador y adminículos de alta tecnología en un entorno medularmente prosaico, el heroísmo parece ser tan soso como el puré de papas sin sal (si alguien no pasó por esta experiencia, por favor, evítela, es como contemplar a la encarnación de la decrepitud).
La esencia del heroísmo es, a mi entender, fundamentalmente humana, trivial y, paradójicamente, extraordinaria. El heroísmo es la entrega a un ideal; la sumisión completa de la elección y las acciones al servicio de una idea.
En el héroe conviven en bélica armonía la negación del ser y la afirmación de éste a través de la realización de una idea de un modo simple y asombroso hasta la perplejidad: La elección consciente de la ofrenda de la vida a algo que se considera tanto o más importante que ésta. De allí su sabor elemental, primitivo, sensualmente antiguo, racionalmente desafiante, siempre reconocible, latente nunca olvidado...
Más que recelo es desesperanza. Nuestros días no quieren creer en los héroes y menos aún en la capacidad de cualquiera para serlo. Los héroes son super humanos, inalcanzables, imposibles, inextricables.
En la ceguera de nuestro tiempo el heroísmo no es una virtud es un don; no se obtiene, se recibe; no es activo, es pasivo (*); no se busca con esfuerzo, se recibe por gracia...
Creo en los héroes porque me he topado con su sabor, que es de sangre y de risa, de vida. Acepto sin recelos el heroísmo porque creo en las ideas y, todavía, en el hombre.

(*) Evitemos el chiste fácil al menos para este post.

jueves, 26 de julio de 2007

Visiones del ser argentino II

"El argentino siente que el universo no es otra cosa que una manifestación del azar, que el fortuito concurso de los átomos de Demócrito; la filosofía no le interesa. La ética tampoco: lo social se reduce, para él, a un conflicto de individuos o de clases o de naciones, en el que todo es lícito, salvo ser escarnecido o vencido" (Jorge Luis Borges, Nota sobre (hacia) Bernard Shaw, Otras Inquisiciones).

Nota: Esta cita, junto con otra que prometo publicar comentada -en rigor, re-flexionada- me tomó por sorpresa mientras oía las diatribas de un discurso de campaña.