lunes, 14 de mayo de 2007

Las salas de espera

En una época en la que el tiempo es febrilmente atesorado (¡¡¡cómo si realmente esto fuera posible!!!) nos enfrentamos continuamente al desafío de la espera.
En ordenada cola, en caótica manifestación o en azarosa disposición el tiempo que se pasa aguardando el acaecimiento de un hecho puede generar una infinita multiplicidad de reacciones.
Úrsula K . Le Guin pensó en la posibilidad de viajar a universos paralelos en su libro Changing Planes siguiendo un método riguroso creado por un viajero atrapado en un aeropuerto. Mi innata limitación me impide ser capaz de crear algo tan pintoresco, sin embargo, ello no me impide darme cuenta de que los tiempos de espera y los lugares donde tan repugnante ¿actividad? se lleva a cabo son la conjunción perfecta que rompe las leyes de física y nos zambulle en un insondable universo: la sala de espera.
Este pozo de desesperación (quien espera desespera dice el dicho) está plagado, poblado, sobrepasado, regulado, sometido por un conjunto muy especial de sádicas invenciones pergeñadas por mentes perversas que unidas en silenciosa conspiración se regodean en el tormento ajeno.
Aunque hago el esfuerzo, me cuesta entender que alguien pueda establecer una barrera o separación tan fuerte entre el sentimiento de compasión y la tarea genocida de disfrazar objetos de tortura hábilmente en el ropaje de "elementos de utilidad diaria para cualquier sala de espera que se precie de tal".
Torquemada no trataba de ocultar la dolorosa utilidad de sus máquinas de tormento, sin embargo, el aberrante placer con el que los nuevos inquisidores se entregan a su trabajo los empuja hasta los límites de la repulsión haciendo que toda su inmunda parafernalia luzca inocente, inocua, inerte y, esto sí es imperdonable, ¡útil!.
Indiferentes columnas de metal que extienden sus brazos de cintas como los tentáculos malditos del más oscuro de los habitantes del averno se enlazan impiadosas las unas a las otras para crear laberintos siempre cambiantes que nos hacen ir de izquierda a derecha una y otra vez haciéndonos sentir como ratas de laboratorio, dajándonos la sensación de que nunca llegaremos a la meta.
Televisores ortopédicos, sujetos a una inefable jaula de hierro repitiendo hasta el desmayo la transmisión del canal más indeseable del espectro o de los renglones insolentes de una pantalla de informaciones se suman al estrépito rojo de un desagradable cuadradito que chilla y muestra números gritando mudas órdenes de marcha.
Pero tema, y castigo penal, aparte merecen los asientos, plásticos insolentes que sólo pueden albergar cómodamente al rey de los tullidos y que indefectiblemente enfrentan una ominosa pared llena de estridentes carteles cuya temática está en función directa del lugar al cual la sala de espera pertenece.
En este punto debo destacar, que el título de las peores cartelerías se lo disputan las paredes de los hospitales en cuyas verticales uno puede aprender "las-cinco-cosas-básicas" sobre cualquier enfermedad, dolencia, obra de caridad, horario de atención, medida de prevención y demás hierbas, y los muros de las mesas de entradas de cualquier oficina pública municipal.
Las salas de espera merecen una Convención Internacional propia que declare delito de lesa humanidad su construcción, decoración y uso.
Ciudadanos del mundo hago un llamado al animal reprimido que late en nuestros pechos cada vez que observamos cómo nuestros pies se dirigen mansos al salón de los suplicios. ¡Liberación! ¡No a las salas de espera!....
"Señor, señor,... es su turno"... Y así se desvanece, pero en realidad el mal sólo se agazapa esperando devorarnos la próxima vez cuando esperemos incautos con el numerito en la mano.

4 comentarios:

Nefastas dijo...

son un espanto, claro que sí...ahora no le voy a negar, que gracias a esas salas que tratan de ponerle "onda", me he puesto al día con caras y gente....que en otra circunstancia no hubiese comprado.

adoré el concepto de "rey de los tullidos"!

La lengua de Midas dijo...

Nefastas:

Cómo puede olvidarme de la complicidad imperdonable de las editoriales que nutren los revisteros siempre desactualizados de estos infames lugares.
Gracias por el tip.

MentesSueltas dijo...

La realidad en su máxima expresión. Muy buen trabajo. Volveré.

Dejo un abrazo desde Buenos Aires.
MentesSueltas

MM dijo...

No me jode tanto es espacio como el tiempo.

A los médicos hay que matarlos a todos. No pueden ser tan hijos de puta!.