martes, 5 de junio de 2007

Visiones del ser argentino

Esta nueva sección es un desprendimiento natural de las "citas re-flexionadas" con la única diferencia de que, para consuelo de todos, no añade nada a las palabras que el autor pone en boca de sus personajes.
Cada quien sabrá qué pensar a través de esta lectura.
Del fragmento que sigue, destaco su actualidad a pesar de la fecha en la que fue dado a luz.

Pericard chupó reciamente su pipa, la compuso sacudiéndola contra la palma de la mano izquierda y continuó, en un tono protector, que velaba su imapaciencia:
-Cada país, que no sea una tribu del centro de África, tiene una constitución. Pero, dentro de esa constitución, que es un lineamiento elástico, una regla estructural de procedimientos, se puede ser conservador, reformador, radical, reaccionario, clerical, anticlerical, proteccionista, librecambista, imperialista, antimilitarista, defensor vehemente de capital, vehemente partidario de los sindicatos gremiales. Deseo saber cuál de estos matices corresponde al doctor Pardeche y de qué modo preciso lo funda en escritos, proyectos o discursos.
El Padre Gasparoni tosió irónicamente, encogió la sotana con su diestra velluda y empezó:
-Tiene razón , señor Pericard. Mas, tiene razón en Francia. Aquí, en la Argentina, en América, no necesitamos ideas, porque el pueblo no se guía por convicciones ideológicas. La producción del país es simple y se reduce a la riqueza espontánea que nos dan los campos de Dios. Exportamos trigo, maíz, lino, carne, lana. Nuestra existencia colectiva no se complica con la oposición de intereses hostiles y exclusivos, con el proceso de industrias variadas, con cuestiones morales que perciben las familias, de cohesión antigua, de conciencia celosa y sutil. Lo que en aquellos países hace el gobierno de los hombres experimentados y diestros, lo realiza entre nosotros la Providencia Divina.
Pericard, perplejo, acució:
-¿Dijo usted, abate?...
-La Divina Providencia. Mientras llueva a tiempo, el trigo, el maíz y el lino crezcan con lozanía, y mientras los toros y las vacas no se conviertan a la toería maltusiana, la Nación florecerá en el progreso que trae la abundancia del dinero y la facilidad de adquirirlo. Esa facilidad alucina a los inmigrantes que afluyen a nuestro territorio en procura del bienestar o impulsados por la ilusión de la fortuna. En semejantes circunstancias es deseable un gobierno tranquilo, modesto, presentable, que no sueñe, que no obstruya, con lo que usted llama las ideas, la marcha natural del país. Las ideas engendran la divergencia, las reyertas, los cismas, el descontento, el reprensible orgullo. Me doy cuenta, no obstante lo que le digo, de que es indispensable dar la impresión del gobierno. Conocí, cuando era maestro de Lógica en el Seminario Conciliar, a un sacerdote tartarmudo, que confundía sistemáticamente las oraciones. En vez de rezar el responso, ante el muerto, murmuraba el Magníficat. Al celebrar la misa, en la parroquial de Villa Devoto, que regenteaba con unánime consideración de los feligreses, movía rápidamente sus labios trabajosos, sin decir nada, sin escandir las sílabas de las bellas palabras latinas. Los creyentes no lo advertían. Admiraban al Padre Cebrian la actitud estilizada, la estética multisecular, la conturbación mística del oficiante convencional, ungido por los cánones, revestido de alba y amito. Entre nosotros, monsieur, gobernar es dar la impresión de la actitud exterior del gobernante. En Europa, el Gobierno tiene que satisfacer clases sociales, masas homogéneas, muchedumbres exigentes e ilustradas en lo que exigen. Entre nosotros hay que satisfacer instituciones e individuos.
El Padre Gasparoni añadió:
-Sí; en América el gobernante satisface instituciones; por ejemplo: ha de contentar al Ejército, a la Marina, al Clero, a la Magistratura; a los individuos, verbigracia, a ciertos hombres de apellidos tradicionales, a los que pueden, por su inteligencia o su posición, molestarlo con críticas perjudiciales. El arte radica en prometer algo a todos, en elegir a los individuos destinados al beneficio oficial. Manejar la promesa, administrar la esperanza, mantener divididos los núcleos de opinión para ser su único punto e coincidencia, es la sabiduría del gran político, la técnica del caudillo, la maestría del conductor americano de hombres. El hombre de Estado especula sobre las cualidades de los demás, es un promedio de sus pensamientos, de su sentir desinterasado. Es aplicador y previsor. El caudillo especula sobre los defectos de los otros, sobre sus deseos mezquinos, sobre sus pequeñeces. Es muy difícil ser buen caudillo. Es el oficio del rastreador, la profesión del baqueano.
-El rastreador, a juzgar por lo que me explicaron -rectificó Pericard-, husmea el aire, ventea el suelo y dice lo que ha descubierto: por aquí pasó un convoy de carros, de tropas, de mulas.
El cura de San Nicolás nos interpretó:
-El caudillo hábil es un rastreador que no comunica sus observaciones a los que le acompañan. Por eso no decepciona a ninguno. Opinar, que es una vocación de estadista, es alejar simpatías. Juzgar ideas y hombres es estar en desacuerdo con hombres y con ideas. Es una enfermedad de la civilización. Es la enfermedad de pensar.
-Es tener carácter.
-El carácter es también una enfermedad.

(Alberto Gerchunoff, El hombre importante, Capítulo V, Ediciones de la Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, Vol. 11, Buenos Aires / Montevideo, 1934)

3 comentarios:

Nefastas dijo...

ayy por favor!
de tan real da miedito...
es tal cual, hasta los gobernantes se encomiendan al divino haciendo finta cada vez que pueden a sus responsabilidades.
nuestro círculo vicioso no cambiará jamás.
y eso que acá estamos en la "capital". si acá cuesta, imagine lo que sería eliminar a esas dinastías que reinan a nivel provincial.
utópico.

Silvia Suller dijo...

seguimos susssss passssssosss aboressss y vamos a hacer quilombos '¡¡¡¡¡¡llegaron lso hermanitos suller para hacer quilombo!!!!!!!


va a saltar mierda a cagarseeeee...AJAJAAJAJAJAJAJAJAJA.

Thiago. dijo...

A veces no tener carácter es peor, aunque ya no sé bien que es mejor. Es lo que hay.