viernes, 20 de abril de 2007

Observaciones triviales: La deformación de los cuentos

En un rapto de inspiración generado por la carga eléctrica del aire tormentoso, se me ocurrió crear una sección menos rígida y formal que las anteriores. Como soy consciente de que mi estilo es denso, cuando no insoportable, creí necesario dejar abierto un espacio para la distensión donde pueda volcar aquellas apreciaciones sobre temas triviales variados que, al contrario de lo que podría llegar popularmente a creerse, no sólo surgen del exceso de alcohol u otras sustancias en el cuerpo humano.
En "Observaciones triviales" hoy me referiré a la cuestión de los cuentos. Para evitar posteriores demandas por
copyright hago un expreso reconocimiento de la fuente en la cual he abrevado: un chiste enviado por mail cuyo autor se identificará de inmediato al leer lo que sigue a continuación.
¡Qué tema el de los cuentos! Cuando te los leen no siempre son amenos y se puede caer en el error de elegir el incorrecto o deformarlo de tal manera que pierda la gracia. Cuando te los hacen mejor ni referirse a las consecuencias.
En realidad, la patraña más vil de los cuentos no reside en los personajes, sus fantásticas características, sus extrañas historias de sufrimiento, búsqueda y encuentro, ni siquiera en la simplificación aberrante que hacen de la vida y sus dificultades, sino en el horroroso final "y fueron felices y comieron perdices".
Porque después de que uno pasó por todos los estados de ánimo siguiendo las aventuras de los personajes, temiendo que Cenicienta tuviera los pies hinchados y el zapato no le entrara una mierda y perdiera al príncipe porque su hermanastra justo se había operado los juanetes y encima le había afanado de su habitación el otro zapato; pensando en cuán arriesgada fue Blancanieves al entrar y convivir con siete enanos oligofrénicos, que lo único que hacían era explotar una mina pero no comercializar sus productos y que eran lo suficientemente morbosos como para permitirse tener a una muerta en una cajita de cristal a la espera de cuanto necrófilo suelto hubiera dispuesto a besarla; creyendo con Pinocho que escapar del vientre de la ballena era una hazaña posible y recompensada en carne; llorando junto a la bella durmiente que nunca se llenaba de polvo ni cambiaba de posición y jamás tenías escaras a pesar de ello; etc, los muy turros de los autores te dejan sediento de información sobre los hechos posteriores al feliz acontecimiento de cada historia y solucionan todo muy alegremente con comida (CHAN!!! después se preguntan por la angustia oral) y aves que para lo único que sirven es para un escabeche.
Ahora bien, asumiendo que todos hemos compartido un patrón educativo-cultural común y que por lo tanto hemos estado sometidos a todos esos estereotipos que más que a la felicidad conducen al diván del analista, ¿cuál de todos ellos seríamos y por qué?

Nota: Me corté las venas y me he dado cuenta de que los cuentos no tienen el menor respeto por la biología: ¡¡¡Mi sangre no es azul!!!
Nota 2: La perdiz no hace a la felicidad. Además son caras, están en extinción y se necesitan muchas para hacer una comida mínimamente abundante.
Nota 3: Yo le ponía todas las fichas a "Piel de Asno". Deliraba con su historia relatada en un disco que no sé dónde quedó.

Aclaración: Otro día otro comentario sobre otros personajes no tratados en este post: las brujas, hechiceras, madrastras, hermanastras y toda la serie de perversas y maledicentes mujeres que pueblan la literatura infantil, quienes muy al contrario de sus pares no se alejan mucho de la realidad. ¿¿¿Por qué será que las buenas difieren y las malas no????


2 comentarios:

Nefastas dijo...

la estructura sería "habia una vez ...(xxxxxxxxx describir cuento con historias sórdidas)...y fueron felices y comieron perdices"...
no nos olvidemos de EL GATO CON BOTASSSSSSSSSS!!!!!!....el punto era que TENIA BOTAAS!!!!

ud escribe tan lindo....se lo dijimos no?

La lengua de Midas dijo...

Nefastas: Claro, un lógico desenlace para esta historia hubiera sido que el gato hubiera muerto con las botas puestas. Sin embargo, nunca escuché que el cuento terminara de esa manera.
Aún así deja grandes enseñanzas para la niñez, a saber:
a)- Los gatos usan botas. No se sabe si mueren o no con ellas puestas.
b)- Los gatos (por increíble que parezca) pueden conseguir y ayudar a conseguir fama y fortuna.
c)- Los gatos son astutos y pueden engañar a la gente.
d)- Los gatos no necesariamente son infieles a sus amos. Basta con acariciarles el lomo de vez en cuando y darles de comer.